Según la ESI actual, es la sexualidad lo que constituye al ser humano como tal: “Consideramos a la sexualidad como una de las dimensiones constitutivas de la persona, relevante para su despliegue y bienestar durante toda la vida, que abarca tanto aspectos biológicos, como psicológicos, socioculturales, afectivos y éticos”.[1] Esta es la razón por la que se insiste en introducir al niño, incluso en el jardín de infantes, a la práctica sexual. Esto no es exageración, sino que expliquen el por qué en el jardín de infantes “los chicos y las chicas necesitan saber qué son las relaciones sexuales o qué es hacer el amor” como afirma la ESI, y explaya:
“Las siguientes son algunas pistas para poder responder: Cuando los varones y las mujeres crecemos, cambian nuestros cuerpos, nuestros gustos y la forma de relacionarnos. Las maneras de demostrarse y recibir amor en las parejas pueden ser también por medio de las relaciones sexuales o de ‘hacer el amor’. Cuando las parejas hacen el amor, se abrazan, se acarician y sus cuerpos y sus partes íntimas se juntan.”[2]
Esto es el contenido actual que “comprende a los niños y las niñas desde los 45 días hasta los cinco años de edad inclusive, siendo obligatorio el último año”.[3] Sin palabras.
Como ya afirmamos, no hay que olvidar la función de la ESI en el proceso de liberación sexual del niño (ver artículo). No porque sí José Ignacio Munilla contundentemente resume a qué apunta la educación sexual contemporánea: “La gran mayoría de los cursos de educación afectivo-sexual que se imparten en la red de enseñanza pública son abiertamente antinaturales por haber asumido la ideología de género. No ofrecen una educación sexual sino una mera enseñanza de la práctica genital”.[4]
¿Esto tiene peligros? Obviamente, y el problema es que como simple solución se enseña el consentimiento.
La noción del “consentimiento” se ha difundido ampliamente debido a que se considera la “gran solución”: si estamos de acuerdo y consentimos, todos nuestros problemas se resolverán… Es más, se espera que hasta un niño de jardín discierna cuándo “una interacción física con otra persona puede ser adecuada, y cuando no lo es sentirse autorizados a decir no frente a estas últimas”.[5] Es decir, si alguien intenta abusar al niño, con que este manifieste que no consiente ya se solucionó el problema… ¡como si las personas víctimas de abuso de hecho ya no lo hicieran!
El problema es que en los jóvenes y entre jóvenes, ni hablar de niños, el consentimiento no es suficiente. Sólo porque el hecho de que alguien consienta no significa que uno pueda hacer lo que quiera con esa persona. Además de eso, hay que tener en cuenta muchos otros factores que llevarán a la persona a tomar decisiones que luego lamentarán, sea porque consintió bajo presión, o amenaza o en un entorno social difícil.
La neurociencia ha demostrado que, de hecho, los adolescentes asumen más riesgos que cualquier otro grupo.[6] Estos riesgos incluyen el manejar de manera peligrosa (a gran velocidad y enviando mensajes de texto), el uso de drogas, el consumo excesivo de alcohol y manteniendo comportamiento sexual riesgoso. También se ha demostrado que, a pesar de los esfuerzos por educarlos al respecto, muchos adolescentes continúan participando en conductas de riesgo.[7] La razón de esto se debe a que, durante la pubertad, el cerebro experimenta muchos cambios en su desarrollo y maduración, la cual no está completa, como veremos a continuación.[8]
La adolescencia se refiere al período de desarrollo físico y psicológico entre la infancia y la edad adulta. El comienzo de la adolescencia está ligeramente anclado al inicio de la pubertad, la cual trae alteraciones dramáticas en los niveles hormonales y una serie de cambios físicos que se siguen de esto. El inicio de la pubertad también se asocia con cambios profundos en los impulsos, motivaciones, psicología y vida social del joven, los cuales continúan a lo largo de la adolescencia.[9] Por eso hay que tener en cuenta los siguientes factores:
- En primer lugar, durante la adolescencia hay un mayor interés en establecer relaciones con los compañeros,[10] y por lo tanto la susceptibilidad a la influencia de los demás aumenta en gran manera, alcanzando el pico más alto alrededor de los 14 años.[11] Esto se debe en parte a que el cerebro del adolescente es más sensible a las recompensas de las relaciones entre pares, lo que motiva a los adolescentes a tomar decisiones que involucran conductas de riesgo.[12]
- En segundo lugar, el adolescente experimenta más angustia que un adulto cuando es excluido por sus compañeros. Esto se debe en parte a que el adolescente no ha desarrollado completamente el área del cerebro que le ayuda a hacer frente a estas situaciones (la corteza prefrontal ventrolateral derecha), y por lo tanto experimenta más angustia o no sabe cómo controlarla.[13] Esto probablemente contribuye a que el joven se involucre en conductas de riesgo para así evitar que sus compañeros lo excluyan.
- En tercer lugar, el adolescente no ha desarrollado completamente otra área del cerebro (la corteza prefrontal lateral), la cual es responsable de la madurez con respecto a la autorregulación y control sobre sí mismo.[14] Un interesante estudio mostró cómo, cuando un joven está solo, se comporta de una manera estable, pero cuando se lo pone a hacer la misma tarea con otros dos jóvenes se comienza a comportar de una manera muy diferente, tomando conducta riesgosa (¿para hacerse ver?). En el adulto, por el contrario, la presencia de amigos no influye su conducta.[15] Por ejemplo, un adolescente tiende a manejar de manera arriesgada y a gran velocidad cuando sabe que sus amigos lo están observando, lo cual no ocurre cuando está solo.[16] Eso se explica porque el adulto, al manejar, tiene desarrollado completamente la corteza prefrontal lateral, por lo que puede tomar decisiones responsables al conducir un vehículo. El joven, por el contrario, emplea áreas del cerebro que están más estrechamente asociadas con la recompensa que se sigue de completar una tarea, en este caso, por ejemplo, la admiración de sus amigos por lo rápido y bien que maneja.
Todos estos cambios que ocurren en el cerebro durante la adolescencia temprana hacen que el joven se centre más en las recompensas (como el ser admirado por el resto) y en el ser incluidos en actividades por sus compañeros. Estos factores, entonces, proporcionan una gran cantidad de oportunidades para comportamientos riesgosos, y por eso es necesario educar a los niños y jóvenes en la prudencia.
Si trasladamos estos descubrimiento científicos a la vida diaria de un joven, será más fácil comprender por qué hay una edad mínima para manejar, comprar alcohol, salir solo del país, y, con respecto a la sexualidad… mejor abstenerse, es decir, vivir la castidad.
Repitamos una vez más: todos estos estudios ponen en evidencia que, al ser incapaces de evaluar adecuadamente el riesgo, lo mejor que se puede hacer es educar a los jóvenes la castidad y la abstinencia. Esto no es retrógrado sino la ciencia más seria. Científicamente se ha demostrado que la abstinencia es un factor muy importante a considerar, ya que es mejor esperar hasta que el cerebro se desarrolle por completo para así evitar las consecuencias negativas para la salud física y mental que pueden resultar de participar en alguna actividad sexual “consensual”. La misma UNICEF ha declarado que el incremento del número de adolescentes con SIDA es alarmante, pero paradójicamente llama a combatirlo con el uso de condones…[17] Ilógico.
Además de la abstinencia, se tiene que ayudar al joven a madurar, a ser responsable, a tomar compromisos en su modo de relacionarse con los demás, para así generar verdadera confianza. Es muy importante que esta perspectiva no se pierda. Esa es la razón por la que a los niños y jóvenes se les debe enseñar a respetarse mutuamente, lo cual incluye el respeto del cuerpo. El consentimiento no es suficiente y basta ver las estadísticas para notar que es un fracaso educativo a nivel mundial.
Y los padres deben acompañar a sus hijos, porque “es mejor prever que curar”. Es decir, si los padres están presentes van a evitar muchos males que se siguen de su ausencia. ¿Consejos?
- Para los niños que están haciendo la transición a la adolescencia y adolescentes, los padres deben diseñar un entorno que proporcione actividades seguras y centradas en la necesidad del joven de buscar sensaciones fuertes.[18] Por ejemplo, son muy importantes en esta etapa las actividades al aire libre supervisadas por adultos, tales como el salir a la montaña, la escalada en roca, la tirolesa, y otras actividades que tienen estándares seguros de tal manera que se le dé al joven un canal de desahogo para sus emociones y una oportunidad para establecer buenas relaciones sociales. Al joven hay que sacarlo de la cama, porque no está hecho para eso.
- Es importante no sólo el supervisar las interacciones entre adolescentes sino también el proporcionar reglas para el comportamiento entre ellos, ya que eso limita las oportunidades de manifestar comportamientos riesgosos.[19]
- Hable con sus hijos acerca de sus compañeros. El hablar de estos temas ayuda al adolescente a ir formando criterios sobre su propio comportamiento y el de los demás, además de prepararlo de antemano ante cualquier situación que pueda surgir en la cual haya un posible riesgo. Como siempre, “mejor prevenir que curar”.[20]
- Estar presentes. Es cuando los padres se ausentan que ocurren desgracias.
- Educar a los hijos en la prudencia, la castidad y el amor verdadero. La falta de educación en la virtud de la castidad, así como la no distinción de la naturaleza del noviazgo y del matrimonio, son motivo de muchísimos sufrimientos.
Cualquier pregunta me pueden contactar acá.
- Subsecretaría de Equidad y Calidad Educativa y Dirección Nacional de Gestión Educativa, Educación Sexual Integral para la Educación inicial, Buenos Aires, Ministerio de Educación, 2010, pp. 11-12.
- Ob. Cit., p. 29.
- Ob. Cit., p. 12.
- Munilla, José Ignacio y Begoña Ruiz Pereda, Sexo con alma y cuerpo, Freshbook, 2015, 7.
- Ob. Cit., p. 88.
- Cf. Steinberg, Laurence, A dual systems model of adolescent risk-taking, Developmental psychobiology, 2010, 52, no. 3, pp. 216-224.
- Cf. Kann, Laura, Steve Kinchen, Shari L. Shanklin, Katherine H. Flint, Joseph Hawkins, William A. Harris, Richard Lowry, Emily O’Malley Olsen, Tim McManus, David Chyen, Lisa Whittle, Eboni Taylor, Zewditu Demissie, Nancy Brener, Jemekia Thornton, John Moore, y Stephanie Zaza, Youth Risk Behavior Surveillance — United States, 2013, Morbidity and Mortality Weekly Report: Surveillance Summaries, 2014, 63, no. 4, pp. 1-168.
- Cf. Sebastian, C.L., E. Viding, K.D. Williams, y Sarah-Jayne Blakemore, Social brain development and the effective consequences of ostracism in adolescence, Brain Cognition, 2010, 72, pp. 134-145; Blakemore, Sarah-Jayne y Kathryn L. Mills, Is adolescence a sensitive period for sociocultural processing?, Annual review of psychology, 2014, 65, no. 1, pp. 187-207.
- Cf. Blakemore, Sarah-Jayne, Stephanie Burnett, y Ronald E. Dahl, The role of puberty in the developing adolescent brain, Human Brain Mapping, 2010, 31, no. 6, pp. 926-933.
- Cf. Larson, Reed y Maryse H. Richards, Daily Companionship in Late Childhood and Early Adolescence: Changing Developmental Contexts, Child Development, 1991, 62, no. 2, pp. 284-300.
- Cf. Berndt, Thomas J., Developmental changes in conformity to peers and parents, Developmental Psychology, 1979, 15, no. 6, pp. 608-616.
- Cf. Albert, Dustin, Jason Chein, y Laurence Steinberg, The Teenage Brain: Peer Influences on Adolescent Decision Making, Current Directions in Psychological Science, 2013, 22, no. 2, pp. 114-120.
- Cf. Blakemore y Mills, Is adolescence a sensitive period for sociocultural processing?, pp. 187-207. Esta región del cerebro ayuda a la persona a enfrentarse a un comportamiento negativo por parte de sus compañeros y a reducir la angustia. Esta región del cerebro es más utilizada por los adultos cuando están excluidos socialmente que por los adolescentes. Cf. Sebastian, Catherine L., Geoffrey C. Y. Tan, Jonathan P. Roiser, Essi Viding, Iroise Dumontheil, y Sarah-Jayne Blakemore, Developmental influences on the neural bases of responses to social rejection: Implications of social neuroscience for education, NeuroImage, 2011, 57, no. 3, pp. 686-694. Cuando los adolescentes usan esta área del cerebro durante la exclusión de pares, reportan niveles más bajos de angustia. Cf. Masten, Carrie L., Naomi I. Eisenberger, Larissa A. Borofsky, Jennifer H. Pfeifer, Kristin McNealy, John C. Mazziotta, y Mirella Dapretto, Neural correlates of social exclusion during adolescence: understanding the distress of peer rejection, Social Cognitive and Affective Neuroscience, 2009, 4, no. 2, pp. 143-157.
- Cf. Albert, Chein, y Steinberg, The Teenage Brain: Peer Influences on Adolescent Decision Making, pp. 114-120.
- Cf. Gardner, Margo y Laurence Steinberg, Peer Influence on Risk Taking, Risk Preference, and Risky Decision Making in Adolescence and Adulthood: An Experimental Study, Developmental Psychology, 2005, 41, no. 4, pp. 625-635.
- Cf. Chein, Jason, Dustin Albert, Lia O’Brien, Kaitlyn Uckert, y Laurence Steinberg, Peers increase adolescent risk taking by enhancing activity in the brain’s reward circuitry, Developmental science, 2011, 14, no. 2, p. F1.
- Cf. Spielmann, Peter James, Mother-to-child HIV rates decreasing, but adolescent AIDS up alarmingly, Global News Nov 28, 2013.
- Cf. Mounts, Nina S., Linkages between parenting and peer relationships: A model for parental management of adolescents’ peer relationships, en What can parents do: New insights into the role of parents in adolescent problem behaviour, ed. M. Kerr, H. Stattin, and R. Engels, West Sussex, UK, Wiley, 2008, pp. 163-189; Adolescents’ Perceptions of Parental Management of Peer Relationships in an Ethnically Diverse Sample, Journal of Adolescent Research, 2004, 19, no. 4, pp. 446-467.
- Cf. Ob. Cit., pp. 163-189; Parental Management of Adolescent Peer Relationships in Context: The Role of Parenting Style, Journal of Family Psychology, 2002, 16, no. 1, pp. 58-69; Adolescents’ Perceptions of Parental Management of Peer Relationships in an Ethnically Diverse Sample, pp. 446-467; Steinberg, A dual systems model of adolescent risk-taking, p. 216.
- Cf. Mounts, Nina S., ob. Cit., pp. 163-189; Adolescents’ Perceptions of Parental Management of Peer Relationships in an Ethnically Diverse Sample, pp. 446-467.
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El presente artículo está basado en mi próximo libro “Ideología de género y educación sexual”, el cual está basado en más de 800 artículos científicos sobre el tema. Los expertos consultados se cuentan entre las autoridades más importantes en el mundo científico en los campos de la genética, psiquiatría, endocrinología, epidemiología, epidemiología psiquiátrica, neurología, neuroinmunología, genética, biología, pediatría, medicina interna, y sociología. También han sido consultados multitudes de personas víctimas de la ideología de género, y sus testimonios trágicos verán por primera vez la luz en estas páginas. A ellos y sus familias van dedicadas estas páginas, porque debemos encontrar un camino para aliviar su sufrimiento.
Excelente!
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