Alaridos repugnantes, rituales que rozan lo satánico, destrucción, quema de iglesias, “pintadas”, la confesión de que “si Dios es Padre, entonces el demonio no debe ser tan malo”… ¿Qué les pasa a las feministas radicales? O si alguna lee este artículo, ¿cómo llegué a esto?
Cada reunión de grupos de mujeres “autoconvocadas” (más allá de la mentira de la “auto” convocación y el apoyo millonario del lobby abortista internacional y de los gobiernos de turno, más la impunidad ante actos vergonzosos) es una muestra de odio fanático contra la humanidad y nuestra civilización occidental. ¿Qué han pasado estas mujeres para llegar a tal bajeza psicológica y espiritual? ¿Por qué es que hay en nuestras sociedades un grupo minúsculo que busca de modo fanático destruir la relación entre el hombre y la mujer, siendo que si esta relación se basa en el amor es el fundamento de la familia y todo lo bueno en nuestra civilización? La razón es que el feminismo radical odia al hombre y al matrimonio. Pero, ¿por qué? Los fundamentos filosóficos de dicha posición fueron expuestos en el libro “Atrapado en el cuerpo equivocado” y en este artículo y este otro. Pero veamos aquí las razones psicológicas de dicha actitud.
Observando a estas mujeres marchar casi desnudas y derramando odio con la actitud odiosa y malcriada de un niño de 3 años nos tiene que llevar a mirar más profundamente en la vida de cada una de ellas: abuso físico y sexual, maltrato, violencia familiar, abandono, divorcio de los padres… Todo esto deja una llaga muy profunda en el interior de la persona que, si no se supera por medio del perdón, termina generando un odio y rencor difíciles de superar. Y el odio y el rencor, si no se tratan, siempre van en aumento y tienen un poder destructivo inimaginable.
Pero el problema con la feminista radical es que termina odiando no solamente a si misma y al que la haya herido, sino que para colmo de males transfiere ese odio a toda la sociedad. Es así que la mujer cuya relación con el hombre ha sido gravemente patologizada, no puede distinguir entre la autoridad y competencia masculina y el abuso o poder tiránico de algún hombre. Este tipo de mujer no puede diferenciar la autoridad de la tiranía porque todo lo que percibe lo percibe como hombre opresivo y por eso clama con tono agresivo: “muerte al macho”.
De fondo, estas mujeres enfrentan graves problemas personales que, al no haberse superado, la propia percepción de la realidad se ha trastornado. Entre estos problemas padecidos podemos enumerar una educación en la niñez altamente disfuncional; una niñez cargada de abuso emocional o negligencia; el abuso sexual; e incluso el hecho de que muchas de estas mujeres tuvieron madres que despreciaban a sus hijos o sus maridos. Por un mecanismo psicológico, al no haberse superado el trauma, la feminista radical termina internalizando esta disfunción, generalmente durante la niñez y, con el paso del tiempo, transfiere sus problemas a la sociedad: “Si hubiese igualdad no habríamos pasado por esto…”, o “nuestras madres no hubiesen sufrido así”. Es así que se termina odiando al hombre y la sociedad toda, en especial al matrimonio y las familias bien constituidas.
Esto también explica el por qué las feministas odian todo lo que huele a tradición, tales como los roles tradicionales de género y la estructura familiar. ¿Por qué? Porque todo esto les recuerda su pasado, asociado con la depresión, la violencia, el abuso y la disfunción familiar. Esto también explica el por qué estas mujeres abrazan fácilmente la propuesta nefasta de pensadoras como Simone de Beauvoir, Shulamith Firestone o Judith Butler. El odio a su propio entorno familiar se transfiere a toda la sociedad como familia humana y se manifiesta como lucha por el aborto, abolición del “patriarcado” y promoción de formas sexuales aberrantes y antinaturales (conducta LGBT) a través de programas de “educación” como la ESI.
El feminismo radical tiene como misión destruir a la sociedad tradicional y la familia, que esto quede claro. Para lograr este cometido se ha infiltrado en universidades y en la educación de nuestros niños, propagando un mensaje destructivo en una etapa cuando las jóvenes son aún impresionables y están formando sus propias ideas. ¿Pero cómo lograron entrar en la universidad cuando esta se debería basar en estudios objetivos, serios y científicos? Por medio de la creación de facultades de estudio de la mujer y el género, las cuales no son más que centros pseudo-científicos de adoctrinamiento marxista, de ideología de género y de activismo radical. Curiosamente, estas “facultades” rechazan la objetividad y evidencia científica, la argumentación racional y las ciencias en general (como la historia, biología, medicina). En su lugar han erigido una especie de nueva “filosofía” erguida sobre falsos argumentos “sociales” (tales como la justicia social para privilegiar a grupos “históricamente oprimidos”) que deben ser impuestos por el “activismo” y un tipo de Estado totalitario.
La visión feminista sobre el hombre, el sexo, el trabajo, el matrimonio, la maternidad y la política está enfocada a través de un lente de odio que lleva a destruir todo lo bueno que nuestra civilización occidental ha levantado. Es por eso que en el feminismo radical se encuentran propuestas llenas de falacias que tienen como objetivo un cambio radical en la estructura legal de nuestras naciones. Un claro ejemplo es la “violencia de género”, ya que cuando a la violencia se la cataloga como “de género” salta a la luz un claro contexto ideológico. Este planteo es en sí ridículo, porque la violencia va a ser siempre violencia, sin importar el género y por eso es falsa la idea de que la violencia “de género” es simplemente la agresión del varón hacia la mujer. ¿Y la agresión dentro de parejas LGBT?
¿Qué hacer ante tremenda situación? A lo largo de mi corta vida he tenido la dicha de encontrarme con muchas mujeres que pasaron por este duro camino y sobrevivieron para contarlo. Como afirmé en mi libro “Atrapado en el cuerpo equivocado”, el abuso, el abandono y la violencia eran elementos constantes que de a poco salían a la luz y mostraban almas que de modo misterioso fueron cargadas con un peso que parecía enorme para su edad e inocencia. Y así cayeron víctimas de una ideología peligrosa para el mundo y mortal para el alma y la salud psicológica y espiritual de la persona. Así como la ideología de género atrapa innumerables víctimas, la ideología del feminismo radical se hace presa de innumerables niñas y mujeres que nunca encontraron respuesta a sus traumas. ¿Cómo ayudar a estas personas? Primero, formándose y denunciando las falacias del feminismo radical, ya que solo la verdad nos librará de la mentira feminista. Segundo, ayudar a toda niña, joven y mujer que se encuentre en una situación vulnerable. Porque ir a marchar por las calles por la vida, ir a conferencias donde todos piensan igual o crear tendencias en Twitter es relativamente fácil. Lo que hay que hacer es ocupar los lugares que copan distintos movimientos sociales con claro propósito ideológico. No porque si el feminismo radical enmudecía ante la Madre Teresa de Calcuta… Y, por último, tenemos que tomar la educación. Lamentablemente ha caído en manos del marxismo y este, en sus nuevas formas, no busca más que la destrucción de la familia y de nuestra sociedad. Por eso, tenemos que ponernos a pensar seriamente en la creación de escuelas donde se enseñe la verdad de en serio y que esté abierta a todos, porque la escuela privada en general ha traicionado ambos propósitos y la estatal se ha convertido en centro de adoctrinamiento.
Para terminar, hay que recordar que el mecanismo psicológico de la feminista radical funciona como el capricho de un niño de 3 años. Por eso sus malos actos nunca deben quedar impunes y no hay que concederles sus gustos y deseos, aunque pataleen, ya que darles el gusto es el peor mal que se les puede hacer. El feminismo radical es muy peligroso, pero gracias a Dios tiene cura. Sino pregúntenle a Sara Winter.
Recomiendo este video de Sara Winter:
Gracias!
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