La subversión del lenguaje

Para entender el ataque ideológico que estamos viviendo, hay que entender una idea básica propuesta por el postmodernismo: que no existe la naturaleza humana, sino que todo es construcción social. A esto lo podemos llamar la falsa filosofía “constructivista”, de profundo contenido marxista. En ese sentido, por ejemplo, Simone de Beauvoir escribía en su libro El segundo sexo (1949), que “no se nace mujer, se llega a serlo.”[1] Es decir, el concepto de género (sea varón o mujer) no está ligado al sexo biológico, sino que se impone social y culturalmente (ver la teoría de Beauvoir aquí). De esta manera, no existe ningún fundamento biológico para ningún comportamiento humano (el feminismo odia la biología), sino que todo se aprende socialmente. Y la manera más efectiva de “imponer” una construcción social, argumentan, es por medio del lenguaje.

En un documento del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Argentina, titulado “Reflexiones para un lenguaje inclusivo”, se afirma en esta línea constructivista que “el lenguaje se construye y construye, es una convención social. El lenguaje construye realidades y deja por fuera otras, no es ingenuo, es uno de los mecanismos de poder más efectivos y potentes para quien lo emplea y quien lo produce.” Es así que dicho documento recurre a “un aspecto del lenguaje que viene siendo abordado desde el feminismo” con el fin de destruir la supuesta “relación de poder y el sometimiento de las mujeres”.

La publicación falsamente afirma que el hombre ha sometido a la mujer por “el carácter binario del castellano”, ya que las palabras que hacen relación a “posiciones de poder inicialmente eran sólo masculinas”. ¿Qué quieren argumentar con esto? Que al ser palabras masculinas, naturalmente se da el espacio al hombre para dominar a la mujer. Esto es no solamente lingüísticamente falso, sino que es una falacia de origen marxista: la subversión del lenguaje. Expliquemos los orígenes de dicha doctrina.  

Una de las características de los ideólogos del género y de la filosofía “constructivista” es llevar a cabo una transformación política de los conceptos “claves”, tales como la definición del matrimonio, el género e incluso la “mujer”.

Esto lo tiene que saber toda mujer: dentro del feminismo radical hay una corriente cuyo objeto es destruir a la misma mujer, ya que el afirmar su existencia implica afirmar el binario hombre/mujer. Esta es la posición de la pensadora marxista francesa Monique Wittig (1935-2003), quien luchó arduamente por abolir los géneros masculino y femenino, proponiendo un feminismo radical lesbiano. Wittig aborrecía ser considerada como “mujer” y proponía que el abolir el uso de la palabra “mujer” iba a conllevar la abolición del “hombre”.[2] Pero para llevar esto a cabo, Wittig sostiene que antes es necesario destruir el “género” en el lenguaje, ya que el idioma es una manifestación de la oposición política entre los sexos. ¿Se entiende ahora de dónde viene realmente el documento del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Argentina?

En esta dirección, entonces, el documento emanado de un Ministerio tan importante argumenta que “La diversidad sexual, la visibilidad de aquellas identidades que no ‘encajan’ en el binomio, han puesto en jaque la utilización binaria”. ¿La solución? El “lenguaje inclusivo”: “Por eso es que comenzamos a ver la utilización de la letra “X” y el símbolo @, ejemplo Todxs o Tod@s.”. Pero argumenta que tal utilización todavía sigue empleando el “masculino”, por lo que “comenzamos a ver y escuchar acerca de la terminación con la letra E, ‘Todes, Alumnes, Niñes, Medique’, etc. Esta si posee una función fonológica que permite romper el binarismo.”

Es así cómo el marxismo cultural ha penetrado una de las instituciones clave en toda sociedad: el Ministerio de Justicia. Esto es muy serio, porque si penetra el sistema de justicia, penetra todo. Y sálvese quien pueda. Pero no nos podemos quedar callados o aceptar la imposición ideológica del lenguaje. Lo curioso es que si es tan “normal” dicha evolución del lenguaje, ¿por qué se lo impone legalmente, como de hecho ha ocurrido en Canadá y en Nueva York?

Volvamos al origen marxista de esta propuesta, según lo plantea Wittig. El primer paso en el proceso de subversión del lenguaje es declarar las categorías “hombre” y “mujer” en términos materialistas y marxistas, tal como lo hace el Documento. Es decir, hay que declarar las categorías “mujer” y “hombre” como categorías políticas y económicas, de tal manera que la clase “mujer” sea presentada como una clase social oprimida y marginada, víctima del patriarcado opresor. La dialéctica marxista exige que ambas categorías desaparezcan cuando desaparezcan ambas clases sociales, ya que no hay mujer sin hombre. Una vez que se eliminen ambas categorías, se podrá eliminar la categoría “sexo”, la cual es la categoría política que funda a la sociedad como heterosexual y da origen a normas heterosexuales: la “heteronormatividad”. El hombre y la mujer, para Wittig, solo existen dentro del sistema heterosexual y por lo tanto es necesario destruir este sistema par así eliminar al hombre y la mujer en cuanto tales.[3]

Ahora bien, como mencionábamos más arriba, dado que para el marxismo constructivista el lenguaje es material y está conectado al campo político, es necesario llevar a cabo una “subversión del lenguaje”, tal como propone el Ministerio de Justicia siguiendo a pensadores marxistas. Para Wittig existe en realidad solo el género femenino, por lo que es necesario abolir toda referencia al género masculino. El masculino es el universal, abstracto, mientras que solo el femenino es particular y concreto. ¿Cómo universalizar al femenino? Eliminando el género masculino, pero también al femenino, de tal manera que experimentemos la realidad desde el punto de vista lesbiano por la supresión del género.[4]

Esta es la razón por la que hay una cruzada para eliminar el género, para así llevar adelante una revolución del género en la cual el binario hombre/mujer no tenga ya más lugar en nuestra sociedad. No porque sí, entonces, se enseña un lenguaje “inclusivo” que modifica las letras “a”, “e” y “o” por la letra “x”. Es decir, de inclusivo no tiene nada más que el nombre y de exclusivo lo tiene todo: eliminar las categorías del hombre y la mujer, las cuales están científicamente fundamentadas en la biología. Ahora bien, debido al fundamento biológico de dichas categorías, es imposible el suprimir esta distinción en la sociedad, por lo que requeriría de una intervención totalitaria para llevar a cabo el plan feminista radical. Wittig lo sabía bien y por eso describió en su obra Las guerrilleras (1969) a un grupo de mujeres guerreras, las cuales han creado su propio estado soberano una vez eliminado el patriarcado. En esta obra no se usan los pronombres él o ella, sino solo el plural colectivo (en francés “ils”).[5]

Lo que está ocurriendo con el español está ocurriendo en otros idiomas. Todo esto es fruto de una movida ideológica marxista para controlar el habla y, en definitiva, el modo de pensar, tal como lo había planteado Monique Wittig. 

La pregunta, entonces, es, ¿por qué han de imponernos tal requisito y lenguaje inclusivo? ¿Significa que si no aceptamos el discurso del género somos discriminadores seriales? ¿Tiene nuestro lenguaje algo contra la mujer? Ciertamente que no. Pero según el feminismo radical, incluso el nombre de “mujer” es fruto del patriarcado y parte del sistema heterosexual y por eso debe ser destruido. Es decir, de fondo hay una ideología muy peligrosa, por lo que no debemos dejar que aquellos que están enojados con el idioma o con sus propias experiencias personales nos castiguen imponiendo sus propias reglas y punto de vistas ideológicos e irreales.

Es importante el marcarle una línea o límite a la censura ideológicamente motivada de palabras inocentes. El marxismo argumenta con mentiras y a la mentira se la combate con la verdad. A no quedarse callados ni permitir que nos impongan verdaderas “construcciones” ideológicas de origen marxista.

© Pablo Muñoz Iturrieta 2019

[1] Beauvoir, Simone de. Le deuxième sexe, Paris, Librairie Gallimard, 1949, p. 466; Beauvoir, Simone de. El segundo sexo, Buenos Aires, Debolsillo, 2015.

[2] Cf. Wittig, Monique. “One Is Not Born a Woman”, en Feminist Theory Reader: Local and Global Perspectives, ed. Carole R. McCann and Seung-Kyung Kim, New York, Routledge, 2013, pp. 246-250.

[3] Cf. Wittig, Monique. “The Category of Sex”, en The Straight Mind and Other Essays, ed. Monique Wittig, Boston, Beacon Press, 1992, pp. 5-8.

[4] Cf. Wittig, Monique. “Point of View: Universal or Particular?”, en The Straight Mind and Other Essays, ed. Monique Wittig, Boston, Beacon Press, 1992, pp. 60-61.

[5] Cf. Wittig, Monique. Les Guérillères, Paris, Les Éditions de Minuit, 1969.

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