La “igualdad de género” explicada con un ejemplo concreto

Uno de los argumentos para introducir la educación sexual en las escuelas es que hay que inculcar el respeto por la “diversidad de identidades” derivados de la orientación sexual, la identidad de género, la apariencia física, las diferencias étnicas, o culturales, etc. Asimismo, en Argentina, se afirma que la educación sexual integral propicia un “uso igualitario” del aula y del patio entre varones y mujeres, como así también de los juegos y juguetes en la medida en que considera que éstos no son “exclusivamente de varones” o “exclusivamente de mujeres”.[1]

Aquí hay un error filosófico y sociológico que es necesario notar y derribar: la teoría de la igualdad de género. (En otro artículo, trataré el error de la “diversidad de identidades”).

Pero antes de entrar en el tema, déjenme hacer una aclaración al respecto: el afirmar que la igualdad de género es un error, no quiere decir que por lo tanto la mujer no tiene derechos. Aquí no se trata de eso. Por el contrario, toda mujer, como ser humano, tiene absolutamente los mismos derechos que el hombre, y es algo que nuestra civilización occidental ha sostenido desde siempre, por más que el ideal no se haya cumplido siempre. Esa igualdad entre el hombre y la mujer, y entre todo ser humano, independientemente de su clase social, cultura, o procedencia, ha sido expresado de modo magnífico en la idea de que “ante Dios somos todos iguales.” El problema que quiero notar aquí, sin embargo, es que cuando las teorías de ideología de género hablan de “igualdad de género”, en realidad se están refiriendo a otra cosa. Esa es la razón por la cual mucha gente se confunde de buena intención, ya que entienden que por igualdad de género se refiere a los derechos humanos. Nada que ver.

Voy a dar un ejemplo concreto y real para que se entienda la ideología de fondo.

Las Fuerzas Armadas del país del más allá, lamentablemente infiltradas por la ideología de género y de diversidad e inclusión, se propusieron reclutar a más mujeres, indígenas, y miembros de minorías.[2] No hay nada malo en hacer campañas de reclutamiento, y de tener gente de toda procedencia. El problema es que, para lograrlo, hicieron lo que voy a ilustrar con el siguiente ejemplo. El número es ficticio, pero indica la proporcionalidad a la que se apunta. Supongamos que tienen un tope de doscientos reclutas por año. Entonces, para lograr la igualdad de género, el Estado dictó que en sus reglamentos se deba dividir entre cien hombres y cien mujeres. Ahora bien, como podemos fragmentar la población en razas, y debemos lograr la igualdad, de esos cien hombres, el límite para los blancos es de un máximo de treinta, quince negros, veinte indígenas, quince asiáticos, y el resto para algún “otro grupo” no categorizado en alguna de estas razas. Lo mismo para las mujeres.

Resulta que los grupos LGBT también querían representación, e hicieron lío al respecto, sólo para hacerse sentir. Así que de esos doscientos, las Fuerzas Armadas deben asegurarse de también tener un número representativo de cinco transexuales hombres, cinco transexuales mujeres, cinco lesbianas, cinco gays, diez bisexuales, cinco sin género alguno identificado, y cinco dudosos.

El problema es que cuando llegaron las inscripciones de reclutas, la mayoría eran hombres blancos y bien hombrecitos, y algunas pocas mujeres, todas blancas. Y ni hablar de los LGBT… ninguno. Por alguna razón, cuando se trata de defender la patria, todos los activistas salen corriendo. Esto les ha generado un gran problema a las Fuerzas Armadas, ya que tenían demasiados varones, pocas mujeres (actualmente sólo el 14% de los soldados son mujeres) y ni hablar de otras denominaciones… Por lo que no sólo no se logró igualdad de género, sino que, como hay una ley de por medio gracias a la intervención estatal, no pueden recibir a más de lo establecido. Así que de los más de cien varones blancos que se inscribieron, a setenta los mandaron de vuelta, porque sólo pueden inscribir a treinta. Y los setenta lugares disponibles, bueno… quedaron vacíos. ¿Suena ilógico no? ¡Bienvenidos al mundo de la igualdad de género!

Y lo mismo pasa en la admisión para ser bomberos, policías, entrar en la universidad como alumno, o enseñar, y muchas en otras instituciones más (el gremio de las enfermeras está desesperado porque el 99% son mujeres). Y lo que es peor, las mismas leyes aplican en el gobierno y el sistema judicial. Y digo esto porque cuando de gobierno y justicia se habla, son los mejores los que deben ocupar el puesto, sin importar si son todas mujeres, u hombres, o lo que sea. Pero no, para lograr la igualdad de género y la justicia social, los números deben ser equitativos, de tal manera que se dejan de lado a mujeres y hombres brillantes, porque es más importante la falsa igualdad que la competencia… Ya que como dijo el Primer Ministro al asumir: “igualdad de géneros, porque es 2015”…

®Pablo Munoz Iturrieta

[1] Cf. Ballestrini-Scioli-Hidalgo Estrada, Programa Nacional de Educación Sexual Integral.

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El presente artículo está basado en mi próximo libro “Ideología de género y educación sexual”. El libro está basado en más de 800 artículos científicos sobre el tema. Los expertos consultados se cuentan entre las autoridades más importantes en el mundo científico en los campos de la genética, psiquiatría, endocrinología, epidemiología, epidemiología psiquiátrica, neurología, neuroinmunología, genética, biología, pediatría, medicina interna, y sociología. También han sido consultados multitudes de personas víctimas de la ideología de género, y sus testimonios trágicos verán por primera vez la luz en estas páginas. A ellos y sus familias van dedicadas estas páginas, porque debemos encontrar un camino para aliviar su sufrimiento.

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