El New York Times y la ideología de género

El día de ayer (domingo 25 de Noviembre), el conocido diario The New York Times publicó un artículo de opinión titulado: “Cirugía, hormonas, pero sin felicidad” (“Surgery, Hormones, But Not Happiness”). La edición digital fue más crasa: “Mi nueva vagina no va a hacerme feliz” (“My New Vagina Won’t Make Me Happy”).[1] El autor, Andrea Long Chu, revela de modo muy íntimo la verdad de personas transgénero y transexuales, y sin quererlo, da un argumento a favor de lo que quiere combatir.

El próximo jueves 29 de Noviembre, Andrea va a ser sometida a una intensa y larga operación de vaginoplastia para construir una “vagina”. Como afirma: “El próximo jueves me harán una vagina. El procedimiento durará alrededor de seis horas, y estaré en recuperación durante al menos tres meses.”

Andrea sufre de un trastorno de identidad de género, conocido ahora como “disforia de género”. ¿De qué se trata esta disforia de género? Citemos ejemplos de distintos trastornos ofrecidos por la eminente Dra. Michelle Cretella (presidenta del Colegio Americano de Pediatras):

“Una niña con anorexia nerviosa sostiene la persistente y errada creencia que es obesa; una persona con un trastorno dismórfico corporal tiene la convicción errada de que es deforme; una persona con un trastorno de la integridad corporal se identifica como discapacitado físico y se siente atrapado en un cuerpo normal. Estos últimos individuos están tan estresados por su condición que buscan tener intervenciones quirúrgicas para que les amputen miembros sanos, e incluso que le desmiembren la columna vertebral.”[2]

Es decir, se trata de un problema de percepción, el cual también está presente en aquellos que padecen disforia de género. Todos estos ejemplos nos llevan a pensar que la disforia de género tiene muchos paralelos con estas condiciones, especialmente el trastorno de integridad corporal, el cual es una enfermedad psiquiátrica que provoca en el individuo afectado un irresistible deseo por amputarse una o más extremidades sanas del cuerpo.​ Las similitudes con lo que pide la persona “trans” son demasiadas como para obviar. Personas que sufren este tipo de trastornos, piensan que a través de tratamientos hormonales y operaciones de cambio de sexo encontrarán finalmente la felicidad. ¿Pero es así? Para nada, como testifican los estudios que se llevaron a cabo en la primera clínica de “reasignación de sexo”, lo cual llevó a cerrar esta institución perteneciente al departamento de psiquiatría de la Universidad John Hopkins, ya que todos aquellos que se operaron la condición psicológica no había cambiado: “tenían los mismos problemas con las relaciones, el trabajo y las emociones que antes. La esperanza de que salieran de sus problemas emocionales para florecer psicológicamente no se había cumplido”.[3]

Esto es algo que Andrea Long Chu sabe bien, probablemente por haber leído los estudios científicos sobre el tema. Por eso afirma en un tono que quiebra el corazón: “Esto es lo que quiero, pero no hay garantía de que me haga más feliz. De hecho, no espero que lo haga. Pero eso no debería prevenirme de conseguirlo.”[4] Esta última frase es muy peligrosa, ya que según los ideólogos del género, basta el “deseo” del paciente para darle el tratamiento que quiera… Los ideólogos se manejar con otros criterios (abusadores y asesinos), ya que no importa la salud y el bienestar auténtico del paciente, ni hay preocupación por los resultados deficientes que estas operaciones conllevan. Según ellos nada deben impedir que un médico realice la cirugía si el paciente lo desea. Como explica el autor del artículo: “ninguna cantidad de dolor, anticipado o continuo, justifica el no hacerla. . . . El único requisito previo a la cirugía debe ser una simple demostración de querer hacerlo”.[5] (¿Recuerda lo nombrado más arriba acerca de quienes padecen un trastorno de la integridad corporal y buscan desmembrar un cuerpo sano?).

Otro punto interesante es que esta persona transgénero concede sin querer que el sexo no se reasigna: “Mi cuerpo considerará la vagina como una herida; como resultado, requerirá atención regular y dolorosa para mantenerla”. Es decir, ni la cirugía ni el tratamiento hormonal podrán contra lo que se conoce genéticamente como la estructura cromosómica de la persona, la cual es una realidad biológica permanente e indeleble. Aquellas personas que se someten a estos tratamientos y cirugías no cambian de sexo, simplemente feminizan o masculinizan su cuerpo, para en cierta manera vivir en un mundo irreal. Pero no los juzguemos: recordemos que para llegar a esta situación hay una variedad de factores que causaron el trastorno. Lo lamentable es que haya médicos que en vez de buscar su bien psicológico se empeñan en cambiar sus genitales y apariencia externa a cambio de mucho, mucho dinero.

Lo peor de todo es que esta no es la solución para su condición, como Andrea lo admite: “La disforia se siente como si no pudieras calentarte, por más capas de abrigos te pongas. Se siente como un hambre sin apetito. Se siente como subir a un avión para volar a casa, solo para darse cuenta a mitad de vuelo de que esto es todo lo que hay: que vas a pasar el resto de tu vida en el avión. Se siente como un duelo sin que haya nada que lamentar”.[6] Tremendas palabras. Me dejaron pensando por mucho rato.

Andrea reconoce que la “transición” probablemente no va a mejorar las cosas, e incluso las puede empeorar: “Me siento demostrablemente peor desde que comencé con el tratamiento hormonal. Como muchos de mis amigos trans, he visto que mi disforia se aceleró más desde que comencé la transición”.[7] Esto se manifiesta en ideas de suicidio: “Yo no tenía tendencias al suicido antes del tratamiento hormonal. Ahora la experimento a menudo”.[8] El suicidio es una realidad alarmante en la comunidad trans. El estudio más importante hasta la fecha fue realizado en el 2014 por la Fundación Americana para la Prevención del Suicidio y el Instituto Williams, perteneciente a la Facultad de Derecho de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA).[9] Lo interesante es que este instituto se especializa en derechos LGBT. El estudio causó gran conmoción pública al revelarse en los medios que la prevalencia del intento de suicidio en la comunidad transexual de los Estados Unidos es del 41%. El número es simplemente aterrador, más aún cuando políticamente se niega otra terapia que no sea la afirmativa, es decir, afirmar al joven en el género con el cual se identifica…

¿Por qué un médico debe realizar una cirugía destruye la vida de la persona, además de no lograr el objetivo deseado (cambio de sexo), ni mejora e incluso empeora la condición subyacente, aumentando así la probabilidad de suicidio? Es realmente criminal. El problema aquí es que el modelo implícito (y a veces explícito) de la relación médico-paciente es contractual: el médico vende sus servicios a pedido, siendo restringido sólo por la ley (aunque puede negar sus servicios si el paciente no puede pagar el precio). Estas son las únicas condiciones: la libre determinación y deseo del paciente, y que el médico reciba el dinero por el trabajo hecho: darle al paciente lo que quiere. Entonces, mientras tenga el dinero, no hay problema que un paciente quiera arreglarse la nariz o cambiar su sexo, o determinar el sexo y características del niño por nacer (por la fecundación in vitro) o eliminar la vida en el vientre materno. El médico lo va a hacer siempre que el precio sea el correcto y que el contrato sea explícito en que si el cliente no está satisfecho, o el tratamiento sale mal, no es culpa del médico. Podemos afirmar tranquilamente que hay personas que han pervertido la medicina, como aquellos que comenzaron con estas operaciones (ver acá).

Necesitamos respetar la dignidad de las personas que se identifican como transgénero/transexuales, al mismo tiempo que debemos hacer todo lo posible para ayudar a las personas a encontrar integridad y felicidad verdaderas. Eso requerirá de un debate honesto sobre estos temas (no como el de algunos charlatanes en TV), y es por eso que pronto sacaré a la luz un libro muy completo sobre el tema.

®Pablo Muñoz Iturrieta 2018

[1] Cf. Long Chu, Andrea, “Surgery, Hormones, But Not Happiness”, The New York Times Nov 25, 2018. Edición digital: https://www.nytimes.com/2018/11/24/opinion/sunday/vaginoplasty-transgender-medicine.html

[2] Cretella, Michelle A., “Gender Dysphoria in Children and Suppression of Debate”, Journal of American Physicians and Surgeons, 2016, 21, p. 51.

[3] McHugh, Paul R., “Surgical Sex. Why We stopped doing Sex Change Operations, First Things,  2004.

[4] Long Chu, ”Surgery, Hormones, But Not Happiness”.

[5] Ob. Cit.

[6] Ob. Cit.

[7] Ob. Cit.

[8] Ob. Cit.

[9] Cf. Haas, Anne P., Philip L. Rodgers, y Jody Herman, “Suicide Attempts Among Transgender and Gender Non-Conforming Adults: Findings of the National Transgender Discrimination Survey”, The Williams Institute / American Foundation for Suicide Prevention, 2014, pp. 1-18.

2 Comentarios

  1. Aunque difiero en varios puntos pero coincido con lo de no imponer ideologías, creo que lo clave es cuando decís «Necesitamos respetar la dignidad de las personas que se identifican como transgénero/transexuales, al mismo tiempo que debemos hacer todo lo posible para ayudar a las personas a encontrar integridad y felicidad verdaderas» porque hay muchos ejemplos de transexuales que han logrado llevar su vida como tales, algunos muy respetados en ciertos ámbitos, como Deirdre McCloskey. Es importante respetarlos, porque la represión, intentar «corregirlos» por la fuerza, o no integrarlos, acentúan la depresión, ansiedad, etc. como ha pasado con muchos casos de homosexuales y trans en la historia, célebre es el caso de Alan Turing, genio de la lógica, matemática y computación, que fue conducido al suicidio luego de aplicársele castración química para «corregir» su homosexualidad.
    Tampoco me parece tan grave que a un trans se le llame por el nombre que desee, así como muchas personas eligen ser llamados por su primer o segundo nombre según cuál les agrade más, o ser llamados por un apodo, el caso de las personas trans es similar. Así como nadie llamaba a Marilyn Monroe por su nombre legal (Norma Jeane Mortenson) no es necesario ponerse obsesivo y llamar a alguien «Juan Carlos Perez» si quiere ser llamado «Carla», y eso no ocasiona perjuicios en terceros.
    Saludos!

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