Curso de formación y crecimiento personal (4)

Continuamos con la afectividad humana, con los afectos, emociones o pasiones del alma que podemos definir como inclinaciones, atracciones hacia algo.

En la estructura neurobiológica del ser humano podemos descubrir ciertas tendencias o inclinaciones que tienen una base genética y las llamamos “instintos”. Pero como el ser humano también percibe la realidad externa por medio de los sentidos, en una conjunción de sentidos externos e internos, memoria, imaginación, cogitativa, que le transmiten la información al intelecto y la voluntad, eso genera una inclinación “sensible”. Eso es una emoción. Estas inclinaciones se encuentran en el plano sensible, pero que puede y debe ser controlado por la inteligencia y la voluntad de la persona. Eso es lo que significa tener carácter y madurez.

Las emociones dependen de factores:

  • De orden físico: algo tan simple como un día nublado o un día radiante, un amala digestión, una noche de insomnio, fatiga general o una alteración hormonal.
  • De orden psíquico: determinadas vivencias, el logro de un éxito, una noticia alegre o triste, etc.
  • De orden espiritual: corresponden a una simpatía afectiva o empatía con el bien y la virtud (gratitud, amistad, caridad, pureza, piedad…)
  • Situaciones externas: un día de fiesta, día libre, vacaciones, etc.

De acuerdo con esas tendencias fundamentales, las emociones o afectos se dividen en dos grupos: la inclinación concupiscible y la inclinación irascible.

El primer grupo está conformado por las emociones del apetito concupiscible, que hacen referencia al bien fácil de conseguir, agradable, y a todo aquello que se oponga a dicho bien (amor, odio, deseo, aversión o fuga, gozo, tristeza o dolor).

En segundo lugar, están aquellas pasiones que buscan el bien arduo, difícil de conseguir o evitar un mal, y son las pasiones del apetito irascible, que se levantan contra cualquier obstáculo que me pueda encontrar. Mientras que el primero despierta el instinto de los placeres; el último despierta el instinto de lucha.

Para formar los sentimientos contamos con dos armas fundamentales: la inteligencia y la voluntad. La inteligencia ilumina el camino de los sentimientos, mientras que la voluntad los dispone hacia el mayor bien a conseguir. Apoyar la formación de una persona sobre “lo que siente”, es exponerse a fracasar, a repetir la insensatez de aquel hombre que edificó su casa sobre arena, y cuando llegaron el viento y la lluvia, se perdió todo.

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