Gianna Jessen: Yo también fui abortada, pero sobreviví para contarlo

El mal llamado derecho al aborto ha enfrentado a madres contra sus hijos y a mujeres contra hombres. Ha sembrado violencia y discordia en el corazón de las relaciones humanas más íntimas. Ha agravado la derogación del papel del padre en una sociedad cada vez más huérfana. Ha presentado el mayor de los regalos, al niño, como un competidor, una intrusión y un inconveniente. Se ha otorgado nominalmente a las madres una dominación desenfrenada sobre la vida independiente de sus hijos e hijas físicamente dependientes. Y, al otorgar este poder desmesurado, se ha expuesto a muchas mujeres a demandas injustas y egoístas por parte de sus esposos u otras parejas sexuales. (Madre Teresa de Calcuta))

Hace unos días, Argentina se despertó para escuchar una noticia aterradora. En la provincia de Entre Ríos, un bebé sobrevivió por 10 horas y sin recibir ninguna atención médica debido a un intento fallido de aborto ordenado por una jueza corrupta. Todavía no entiendo por qué lo dejaron morir. ¿Por qué abandonarlo, dejando que agonice por 10 horass? Esto muestra que es una gran mentira cuando las abortistas dicen que antes de “x” semana (varían constantemente, debido a su ignorancia en el tema) el aborto no está mal, ya que el feto “no sufre”. Primero, es mentira que el feto no sufre, segundo, en este caso el bebé evidentemente sufría, y nadie hizo nada para salvarlo.

Entre el dolor y la impotencia de la noticia, recordé a alguien que conocí en USA, y que atravesó por una situación similar, pero vivió para contarlo: Gianna Jessen. La contacté inmediatamente esa mañana para contarle lo del bebé de Entre Ríos, y aquí comparto su impactante testimonio.

Mi nombre es Gianna. Nací el 6 de abril de 1977. Esa mañana, mi madre, quien tenía 17 años, fue temprano a una clínica para realizarse un aborto. Firmó unos cuantos papeles, y fue llevada a una habitación común donde recibió una inyección salina en el vientre. En la misma sala había otras 30 jóvenes. A lo largo del día, cada una de ella fue dando luz a bebés muertos. La inyección salina les quemaba el cerebro, lo cual provocaba un aborto instantáneo una vez que el bebé moría.

Cada una de esas jóvenes fue saliendo hasta que, finalmente, mi madre quedó sola en esa gran habitación. Como la clínica cerraba por las noches, el doctor ordenó a una enfermera a acompañar a mi madre hasta que el “procedimiento acabara”. Pero cerca de la medianoche, la bolsa se rompió. La enfermera le dijo que se tranquilice y relaje en la cama. Pero algo raro estaba pasando. Tina, mi madre, sintió la necesidad de empujar lo que el doctor le había dicho no era más que “tejido fetal”.  Como los músculos abdominales no dejaban de contraerse, sintió que tenía que empujar. De repente, al sentir una rara sensación, extendió su mano y se encontró ¡con una cabecita! ¿Cómo puede ser que el tejido fetal tuviese una cabeza? Y cuando menos lo esperó, esa bebé comenzó a llorar. Así vi la luz de este mundo, en una habitación donde cada día morían decenas de bebé. Fui abortada, fruto de un embarazo no deseado, pero por esos designios misteriosos de Dios, sobreviví para contarlo.

Ese día fue el primero y el último en que vi el rostro de mi madre. Mi historia “desaparece” hasta los 4 años, en que una familia del sur de California me adoptó. Pero si hubo algo que siempre permaneció en mi memoria, es ese saber, no sé cómo explicarlo, que mis discapacidades eran producto de un aborto.

Una navidad, el 25 de diciembre de 1989, cuando tenía 12 años y miraba a mi madre adoptiva a preparar la cena, se lo pregunté. “Mamá ¿por qué tengo parálisis cerebral?” Mi madre me miró con compasión, y me dijo: “Tuviste un nacimiento traumático, ya que naciste prematuramente”. Mi madre se dio cuenta que esa historia ya no me cerraba, y con toda la sinceridad del mundo me dijo: “Tu madre tenía 17 años cuando naciste. Probablemente no tenía ni esperanza ni dinero. Tal vez te dio en adopción presionada por su novio, u otra persona.” Yo la miré fijamente a los ojos, y le dije: “Mamá, yo fui abortada.” Sus lágrimas comenzaron a caer, me abrazó fuertemente, y me dijo “Si hija ¿Cómo lo sabes?” “Siempre lo supe”, le respondí. “Pero ahora que lo confirmas, puedo decir que al menos sufro de parálisis por una razón interesante”.

Durante muchos años, antes de ese día, había llorado bastante por mi madre biológica. Siempre quise saber por qué me había abandonado, y soñaba con su rostro, quería saber cómo era. ¿Qué pensaría si me encontrase? ¿Estaría arrepentida del aborto? ¿Acaso alguna vez pensaba en mí? ¿Cómo se llama mi madre?

Esa Navidad, mi madre sacó un papel que tuvo guardado por mucho tiempo: mi certificado de nacimiento del estado de California. El documento oficial decía que había nacido prematuramente producto de un aborto “salino” fallido. El documento también decía que necesité de oxígeno para vivir, y que fui transferida inmediatamente al centro clínico Harbor General, donde permanecí dos meses en terapia intensiva, hasta el 6 de junio de 1977. Luego, me mostró otros papeles del departamento de servicios sociales del condado de Orange, el cual se hizo cargo de mí, yendo de hogar en hogar, hasta que fui adoptada 4 años después.

“Siempre voy a recordar el día que te adopté”, me contó mi madre. “Fue hermoso. Tenías 4 añitos, eras pequeñita, con ojos que brillaban y una sonrisa enorme, y todas esas prótesis para poder mantenerte erguida”. “Y jamás olvidaré el día en que me diste la sorpresa de mi vida, estábamos afuera, yo acababa de volver del trabajo, tiraste tus muletas, y saliste corriendo para caer en mis brazos”.

A lo largo de mi vida he tenido momentos difíciles, especialmente por todas las operaciones a las que he sido sometida para “corregir” los efectos del aborto. El dolor era muchas veces insoportable. Y en la escuela me sentía totalmente sola. Muchos niños me tenían miedo por cómo caminaba. Otros se burlaban de mí. Y más de una vez le preguntaba a mi madre “Y Dios ¿cuándo me va a curar?” Un día, mientras arreglaba mi cabello, mi madre me suspiró al oído, “Gianna, tal vez la voluntad de Dios no sea curarte, sino usarte de un modo muy especial”.

A los pocos meses de esa navidad de 1989, una amiga de mi madre me preguntó si me animaba a leer unas palabras en la iglesia para todas las mamás presentes (era el Día de la Madre). Fui hacia el podio, rengueando como siempre, tomé el micrófono, y mirando hacia el crucifijo dije algo que tuve guardado por años: “Mamá, te perdono.” Luego, ante la mirada atónita de los congregantes, y saliendo totalmente del guion, les conté que “fui adoptada. Mi madre biológica tenía 17 años cuando nací. Estaba embarazada, y decidió tener un aborto salino. Pero por la gracia de Dios, sobreviví. La perdono de todo corazón por lo que hizo. Era joven, y seguro estaba desesperada. No sabía lo que estaba haciendo. Como pueden ver, el aborto me dejó con parálisis cerebral. Pero no importa, porque Dios me ayuda a seguir cada día. A veces es difícil, pero Dios nunca me ha abandonado, y tampoco los va a abandonar a todos ustedes.” Y me puse a cantar una canción para todos los bebés que mueren por aborto cada año, porque “ellos son mis amigos, y me voy a encontrar con ellos en el Cielo”.

Mientras salíamos de la iglesia, después de abrazar a cada uno de los presentes, muchos de los cuales tenían lágrimas en los ojos, se acercó la última mujer que quedaba, y me dijo: “Yo también tuve un aborto. Nadie lo sabe. Se lo he confesado a Dios, pero la culpa no me abandona”. Me comenzó a acariciar el rostro, y me dijo: “Te tengo que tocar. He deseado tanto tener a mi bebé en mis brazos y decirle que me perdone. Cuando te vi bajar del podio, me di cuenta que te si tú perdonas a tu madre, tal vez mi bebé me perdonará”. Ese día me di cuenta cuál era mi misión en esta vida: Acompañar a todas las madres cuyos bebés esperan por ellas en el cielo. Ellos ya las perdonaron, ahora era el turno de las madres. Y comencé a recorrer Iglesias y escuelas contando mi historia.

Al principio sufrí muchos ataques por parte de activistas abortistas, me decían mentirosa. No les bastaba con ver mi certificado de nacimiento en el cual claramente decía que había nacido prematuramente producto de una aborto. Sin mi madre biológica que lo corrobore, no tenía pruebas suficientes.

Un día, en una charla al sur de California, me encontré con una mujer, Tina, que me confesó había llorado por años ya que había abortado su bebé, pero había nacido viva. Vivía mortificada porque no sabía si su hija estaba viva y si la había perdonado. Esa historia se repetía en cada encuentro, pero esta historia era particular, ya que esa bebé también había sobrevivido como yo. Vino a la charla porque mi rostro era parecido al rostro en el que se imaginaba a su hija. Esa mujer, un 6 de abril de 1977 fue a terminar su embarazo. Esa mujer era mi madre. Y pude hacer lo que esperé por tanto años: La perdoné.


 

Conociendo personalmente la historia de Gianna, tenía que contarle que tenía una nueva amiga en el cielo: aquella bebé de Entre Ríos que agonizó por 10 horas pidiendo ayuda en agonizante dolor. Gianna a estado muy envuelta en una ley que se propuso en USA en el 2015, la Ley de Protección a Sobrevivientes del Aborto, para asegurar que los bebés  sobrevivientes a abortos reciban la misma atención médica que cualquier otro nacido en la misma edad gestacional.

El aborto mata. Ese es el “debate” que abrió Mauricio Macri, y al que tantos diputados, senadores, y mediáticos (incluidas las #MeToo) apoyaron. Perdonemos a las madres. Pero de estos asesinos no nos olvidemos. Porque como dijo la Madre Teresa de Calcuta: “Si permitimos que maten al inocente en el vientre materno, todo estará permitido”.

8 Comentarios

  1. Mi opinion es la siguiente, en los TRES casos: es un poco dificil de entender, pero hay un elemento que esta presente en esto y es que van directamente contra la natural PROCREACION DE LA ESPECIE. Esto es es, directamente, la desaparicion del sexo, y hago enfasis en ambos puntos pues se sigue el uno del otro. Gracias

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  2. Los tres. Dificil de entender mi argumento, filosofica, antropologica y sociologicamente valido: es el directo ataque a la procreacion y reproduccion de la especie humana. La contradiccion y negacion del sexo. Hay un basico argumento metafisico: la busqueda del no-ser. La explicacion? Muy extensa.

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  3. Muy conmovedor. Esto demuestra que SI hay vida en el vientre materno. Estos SUPERVIVIENTES haran que se una ve por todas se proteja la.vida en cada etapa. Nadie es dueño de la vida ajena. Nos olvidamos facilmente del primer derecho humano

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  4. A los médicos los obligan también, perdone mis a todos pero quitemos esas leyes o lo que sea que hace que sigan existiendo estos inconcebible ,inadmitibles ,impensables, insoportables acontecimientos. Cuánto dolor, cuánta pobreza humana, cuánta incapacidad de empatizar con el inocente que depende totalmente de nosotros!. Para que tanta tecnología y tanto avance si perpetrados está monstruosidad en la figura humana?.

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  5. A los médicos los obligan también, perdonemos a todos pero quitemos esas leyes o lo que sea que hace que sigan existiendo estos inconcebible ,inadmitibles ,impensables, insoportables acontecimientos. Cuánto dolor, cuánta pobreza humana, cuánta incapacidad de empatizar con el inocente que depende totalmente de nosotros!. Para que tanta tecnología y tanto avance si perpetramos está monstruosidad en la figura humana?.

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  6. Conmovedor testimonio! Es un milagro de DIOS que Gianna haya sobrevivido! Y poder difundir al mundo que nadie tiene derecho de matar a un ser inocente.

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